jueves, 11 de junio de 2009

EL OLOR DEL MAR

La blanca arena y su cálido contacto con mis pies, la toalla extendida sobre la que mi cuerpo se tiende perezosamente y el olor y el sonido del mar para enmarcarlo todo. No suena el viento que suele soplar en Tarifa, el rumor de las olas es el único sonido.
Cuando mi cuerpo se llena de sol y siento su calor decido meterme en las saladas aguas. Los pies se encuentran con las olas en el borde de la arena, allí donde el agua va y viene, confundiéndose en la orilla. El frío me hace reaccionar, despertar a una sensación distinta y camino, poco a poco, adentrándome en el agua. Contengo la respiración: después de estar al sol el agua parece aún más helada. Me estoy bañando en el Atlántico (me recuerdo a mi misma) y es todo un Océano. No sé porqué me sorprendo de sus frías aguas.
Y, al final, logro vencer la impresión del frío y me zambullo rápidamente: sólo un par de veces, sólo para refrescarme...
Cuando salgo me quedó pensando en la orilla, mirando el horizonte y, luego, vuelvo poco a poco a la toalla. Me escurro el pelo y dejo que el sol seque mi cuerpo empapado para seguir disfrutando del placer de una serena tarde de playa.
Gracias amiga Ana por haberme obligado a salir de casa y disfrutar del placer inmenso de pasar unas horas tan pegada al mar. Gracias por tu compañía, por tus risas, por tu charla, por las frutas compartidas, por esa jugosa magdalena que me ha sabido a gloria.
Mañana será otro día, otra lucha. Con un poco de suerte seguirá la calma que precede a una levantera. Aprovecharemos cada instante para no perder la oportunidad de esas magníficas playas de Tarifa.

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