sábado, 29 de agosto de 2009

¿CUAL ERA ESE PRECIO DE LA MUERTE?

Hoy hace seis años que estábamos enterrando a mi padre. Un hombre al que yo no consideraba todavía un anciano, pero que si sabía que ya le faltaban las ganas de vivir.
El recuerdo de aquellas horas se empieza a emborronar, afortunadamente. No he sabido ni sabré, porque no pienso visitarlo, dónde está su nicho. Sé perfectamente que pone su nombre, sus fechas 1930-2003 y una hermosa frase que eligió mi hermano pequeño: "Siempre estarás en nuestros corazones". Pero sólo su cuerpo sigue ahí y ese no es él. Los cementerios nunca me sirvieron de consuelo.
¿Cuál es el precio de tu muerte papá? ¿Cuánto hemos tenido que pagar? Hemos soltado lo que más nos agradaba, que era tu presencia...nos has dejado esa soledad inmensa en la que los recuerdos no son capaces de llenar absolutamente nada.
El tiempo pasa, el momento se diluye, pero la soledad de no tenerte (ese enorme precio que hemos tenido que pagar) no nos la puede devolver nadie.
Estoy contenta, sin embargo, porque sé que no debo ser egoista. Una vez aceptado que ya no estarás mas que en mi corazón y en las viejas fotos y en los buenos y en los malos recuerdos... estoy contenta, digo, porque sé que tu muerte fue una elección, un pacto que hiciste contigo mismo para dejarte morir poco a poco.
El pacto de alguien cansado de la vida, sin amargura, el de saber que tenías casi todo hecho y que tu corazón estaba demasiado cansado para seguir latiendo.
Descansa en paz, papá: ¡¡Siempre estarás en mi corazón!!