lunes, 14 de diciembre de 2009

CINCUENTA

Cincuenta puede ser sólo un número. Precede al cuarenta y nueve y se adelanta al cincuenta y uno. Cuando hablamos de años, suelen ir acompañados de ese bonito eufemismo de "primaveras". Siempre he pensado que la primavera significa el comienzo y, por eso, es justo que acompañe a los años que cumplimos.
Sin embargo, sería precioso empezar a contar los otoños. Esos otoños que dan frutos y no flores. Los otoños sólo tienen el problema de tener los días demasiado cortos y las noches demasiado largas. Los otoños traen de la mano los primeros fríos y la lluvia y el viento y las nubes oscuras.
Pensándolo bien, los otoños no parecen augurar nada bueno pero tienen su punto de melancolía y, ya se sabe que, sin melancolía, no podrían existir los poetas.
Siempre se termina diciendo que la vida llega al otoño y, curiosamente, nadie quiere referirse al último respiro: al invierno.
¡Bienvenido, otoño! Nunca lo cambiaría por aquella tímida e inexperta primavera, ni siquiera cambiaría este cuerpo, ya un poco cansado, por vivir aquellos veinte años pero con la experiencia de ahora.
No es que no quede más remedio que conformarse con lo que ahora se tiene, es simplemente, que hay que valorar lo intenso e interesante de la madurez de la vida. Disfrutar de los logros y seguir teniendo sueños...que, haberlos haílos.