domingo, 17 de enero de 2010

HAITI

Es imposible no hablar de esta catástrofe. Es imposible poner la televisión sin que nos estén "friendo" a imágenes dificilmente soportables si se tiene un mínimo de sensibilidad. Es imposible poner la radio sin el constante bombardeo. Imposible también abrir un periódico sin aterrizar en sangrientos reportajes sobre estas pobres gentes.
Es tarde, si: demasiado tarde. Muchos porqués se pasean por la mente pero tal vez el que más me machaca a mí es la razón por la qué en Japón hace pocos años un terremoto de la misma intensidad sólo dejó medio centenar de heridos. Sin comentarios ¿verdad?
¿Por qué hemos permitido esa miseria? ¿Por qué ese submundo?
Y ahora corremos, colapsamos aeropuertos y caminos con nuestras llamadas ayudas "humanitarias". Lástima, porque si hubieramos sido un poquito más humanitarios no tendríamos ahora que lamentar una tragedia de esta magnitud.
Ahí siguen las cuentas bancarias, los teléfonos de información, las ONG, los gobiernos de los países ricos... Seguirán unos meses, sí. Harán lo imprescindible: haremos lo imprescindible.
Pero ¿quién me garantiza a mi una total reconstrucción? ¿nos vamos a limitar a enterrar a sus muertos? Es bueno echar tierra encima de nuestra vergüenza. Eso, una vergüenza es lo que hemos hecho con este pueblo haitiano.
No digo yo que no se colabore, digo que no se olvide a Haiti. Sus vecinos dominicanos se sentían insultados si se les llamaba "haitianos", algo así como llamarles "andrajosos"... ¡Que bonito! Pensemos en ello porque tiene mucho sentido.
Los haitianos eran los apestados y, ahora, una catástrofe natural casi ha terminado con ellos. ¡Vaya suerte!
Cierro los ojos y veo a ese niño abrazado al bombero español, recien sacado del agujero de escombros en que se encontraba junto a su abuelo muerto. Sinceramente, no me parece un "andrajoso". Yo veo un niño asustado que se abraza a la vida, se abraza al hombre que le ha sacado del horror y el miedo.
Ese niño podría haber sido uno de nuestros hermanos, de nuestros hijos, de nuestros nietos pero hemos tenido la suerte de no vivir en Haiti y de no vivir en una impresentable vivienda.
Ese niño representa para mí el futuro y habremos ganado algo si somos capaces de reconstruir para él un país digno.
No dejemos caer a Haiti en el olvido.