martes, 12 de enero de 2010

Lluvia

No sé que extraño embrujo posee la lluvia. Oir su repiqueteo tras los cristales ha inspirado a algún poeta. Aprender a pasear con ella hace que nos sintamos bien.
Naturalmente no estoy hablando de esa lluvia que parece un torrente que cae directamente del cielo, esa lluvia que deja sumergidas casas y cosechas. Esa lluvia que llena de barro y miseria a los que están más cerca de los cauces secos y de las cuencas de los ríos.
La lluvia, en todo caso, suele recordarnos que contra el agua somos tan insignificantes como contra el fuego. El fuego, sin embargo, es un invento de los hombres y es capaz de destruir cuando hacemos mal uso de él. La lluvia en cambio viene de la naturaleza y, como tal, es poderosa e impredecible.
Sería estupendo poder pasear bajo el paragüas, no sin cierta melancolía, en estos días en que no nos deja reposar un momento, en que nos tiene con el corazón en vilo y, como un mal sueño, nos acecha.