Estoy impaciente por ese cambio de hora que me devuelve la luz y el calor de los días largos. Poco más de dos semanas y estará aquí.
Dicen que hace cincuenta años que no llovía tanto, que no nevaba tanto, que no hacía tanto y tanto frío. Yo lo que sé es que está resultando uno de esos inviernos interminables, oscuro incluso en pleno día.
Pero el 28 de marzo, oficialmente, obligaremos a que los días sean más largos y crecerán cada vez más hasta la noche de San Juan.
viernes, 12 de marzo de 2010
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